Sparks. El poder del dragón by Rafael Alcolea

Sparks. El poder del dragón by Rafael Alcolea

autor:Rafael Alcolea
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico
publicado: 2014-05-17T22:00:00+00:00


CAPÍTULO 14: Familia

Cuando llegaron a casa, todos estaban en la entrada de la cueva para recibirlo: sus amigos, Wings, sus padres, su abuela, Fastwhisper y su madre. Todos aquellos a quien conocía o apreciaba, incluso su hermana estaba visiblemente emocionada de verlo de nuevo. A pesar de los cientos de dragones que vivían en Dragonland, hacía bastantes años que ninguno de los miembros de la “dragonera”, que era el nombre común de Dragonland para la comunidad de los dragones, se perdía y permanecía desaparecido toda una noche. Entre los más pequeños Sparks era un héroe, un valiente que había sobrevivido a los peligros del mundo exterior sin la ayuda ni la protección de los adultos. Como más tarde Sparks revelaría a su familia, eso no era cierto. Estuvo tentado de relajar la excitación de los pequeños contándoles que había sobrevivido gracias a la ayuda de un gran dragón que se encontraba exiliado injustamente. Pero había decidido no decir nada hasta que hablase con su familia. Por otra parte, las muestras de admiración por parte de los pequeños era algo nuevo ya que Sparks no tenía aun poderes con los que poder dejar boquiabiertos a los más pequeños. Jamás le habían profesado admiración alguna. Ese momento de popularidad pública contrastaba con las regañinas y los sermones que tendría que soportar más tarde, así que deseó que aquello no acabase nunca.

—Sparks, ¿es verdad que luchaste contra un Septa? —preguntaba un pequeño dragón verde claro. El dragón saltaba y empujaba a los demás para captar la atención de Sparks, pero antes de que este pudiese contestar, otro había ocupado su lugar y corrigió al otro.

—No es así, Sparks tuvo que luchar contra una manada de terrible Oluos que le persiguieron corriendo por todo el Valle solitario para acorralarle al final del Desierto Húmedo de las Dunas. Allí pudo acabar con su jefe y los demás huyeron aterrorizados. —continuó diciendo otro pequeñín, emocionado. Sparks no sabía de dónde habían sacado aquellas historias los dragoncitos. Apenas si había puesto un pie en Dragonland y ya estaban circulando todas esas historias. A saber qué cuentos no habrían inventado cuando hubiese acabado la jornada. Estaba claro que su desaparición había sido el acontecimiento del momento. Su padre lo introdujo dentro de la gruta familiar para apartarlo de todo el gentío. La cueva de Sparks estaba formada por una amplia cueva de entrada toscamente excavada, para recibir a las amistades o las visitas y un estrecho pasadizo que comunicaba con la cocina y las cavernas interiores, muy pulcras y adecentadas. La sala dormitorio principal era para sus padres. Existían otras tres más pequeñas para los hijos. Su abuela dormía en la sala regia o del tesoro. Esa habitación siempre estaba limpia, ordenada y adornada con los más bellos y raros objetos de toda la casa. Siempre estaba cerrada a cal y canto. Una vez dentro de casa, Sparks sabía que venía lo peor.

—¡Jovencito! nos debes una buena explicación, ¿no te parece? —comenzó Emerald.

Su madre estaba realmente disgustada, podía contar hasta seis arrugas en su frente, eso significaba un gran enfado.



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